23 de desembre del 2010

La primera vez

Un texto que empieza así, La primera vez, puede sugerir muchas cosas: la primera vez que uno o una monta en bicicleta, suspende un examen o se compra un coche. Pero yo no hablaré de ninguna de estas cotidianidades. Lo haré, con la delicadez que me caracteriza, de otra algo más picante, aquello que habéis pensado cuando habéis leído el título.
Hoy, y a estas horas en las que escribo y publico estas líneas, hace un año que quedé por primera vez con Óscar, después de que nos presentara su prima y entonces mi alumna. Fue para cenar y en El Campello tranquilo y desértico de un mes de diciembre. Fuimos a un restaurante chino. Solitario, sin nadie, nosotros dos solos. Cenamos y, sobre todo, hablamos, mucho. Nos veíamos después de una semana. En medio, mensajes de móvil y alguna que otra llamada eran la prueba de que hubo mucho feeling y mucha atracción en el encuentro de presentación.
Con la panza llena y el corazón contento, como dice mi amiga Delia, dimos una vuelta por el paseo marítimo. No había ni una alma. Hacía viento y algo de frío. Óscar me propuso subir a su casa para seguir charlando y tomar algo. No lo dudé ni un instante. Encendió una estufa para caldear el helado comedor. Nos sentamos en el sofá y seguimos hablando, mucho. Éramos dos desconocidos, teníamos muchas cosas que contarnos. Las ganas de besarnos era más que evidente. Se palpaba en el ambiente que había mucho, mucho deseo por las dos partes.
Una semana antes de conocer a Óscar, exactamente el 9 de diciembre, había conocido a otro chico con el que había quedado unas cuantas veces y siempre acabamos en la cama. El chaval estaba muy bien físicamente, pero había algo en él que no acababa de convencerme. Imagino que fue recíproco, porque él tampoco me dio mucha más bola. Nos estábamos, simplemente, conociendo. Yo le hablé a Óscar de la existencia de este muchacho, quería ser honesto con él. Lo entendió y no le importó en absoluto. Pero como yo no tenía ningún compromiso con aquél y mi homónimo me encantaba, tras resistirme al principio, acabé guiándome por el instinto de la pasión sexual y caí en las garras de aquel madrileño guapetón, cariñoso, atento, interesante, simpaticón y muy buen escuchador que me hacía sentirme tan y tan a gusto.
Fue la primera vez, mi primera vez con Óscar. Fue diferente, especial, mágico, sensual, maravilloso... Era la madrugada del 24 de diciembre, día ya de Nochebuena. Efectivamente, una noche muy buena...

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