3 d’agost del 2012

La voz dormida


Tras varios meses sin escribir ni una sola línea, eccomi qua, como dirían los italianos. Las nevadas del mes de febrero, la ruptura sentimental de marzo, la triste soledad de abril y los terremotos boloñeses de mayo me dejaron sin fuerzas para hacer una de las cosas que más me gustan y, sobre todo, que más me relajan y con la que más disfruto: poner por escrito mis reflexiones en voz alta. Aunque por aquel entonces pensaba que nunca llegaría, por fin el invierno y la primavera quedaron atrás y ahora estamos en la estación más viva del año, con más luz, más energía y más color. Y aunque todavía colean las consecuencias de todo lo que la última etapa en tierras transalpinas me deparó no sin poca sorpresa y estupefacción, he decidido retomar mi afición antes de que, como dice un buen amigo, se me seque la pluma. Que quede claro, pues, que la voz de articulista que llevo dentro de mí no ha desaparecido, simplemente estaba dormida.

Y de La voz dormida es precisamente de lo que os quiero hablar en esta ocasión. Me refiero a la película estrenada en octubre del 2011 del director Benito Zambrano basada en la novela homónima de Dulce Chacón publicada en el 2002, que se desarrolla, dividida en tres partes que abarcan el periodo 1939-1963, en la posguerra civil española entre la cárcel madrileña de las Ventas y una pensión de la conocida calle Atocha. En síntesis, la obra narra el doloroso sufrimiento de las mujeres republicanas en las cárceles franquistas durante los años inmediatamente posteriores al fin de la contienda, una guerra que, como siempre he pensado y como un personaje de la versión cinematográfica dice, nunca debió de haberse producido. Nunca. Por eso las protagonistas de esta historia, para mi auténticas heroínas, enarbolan la bandera de la dignidad y de la valentía como única arma para combatir la humillación, la tortura y la muerte a las que fueron brutalmente sometidas.

Sin duda, es la lucha desenfrenada de estas mujeres por la libertad la esencia de la novela y del filme. Una lucha intrínsecamente unida al dolor, a la impotencia y a la desazón. Es inevitable, viendo la película, emocionarse. E incluso llorar. A mí, al menos, se me saltaron las lágrimas en más de una ocasión. Me pasó lo mismo con Las trece rosas, de temática muy similar. Porque sólo pensar en el padecimiento extremo de aquellas mujeres por la defensa de sus ideales no puede reportar, tantos años después, otra cosa más que sufrimiento. El de ellas entonces y el nuestro ahora. E insisto: por algo que no tendría que haber pasado nunca. Las guerras son todas terribles e injustificadas, todas, pero que dentro de un mismo país los ciudadanos se maten unos a otros es algo absolutamente inconcebible. Espero que nunca más volvamos a escribir un episodio tan triste en los anales de nuestra historia y que superemos, de una vez por todas, la herida de odio y rencor que aquella maldita guerra civil dejó.

Y como mi voz, que estaba dormida, se ha despertado en un momento de crisis económica y financiera a nivel mundial, que en el caso de mi comunidad autónoma y de mi país se traduce en recortes a diestro y siniestro y una austeridad que roza ya los límites de la irracionalidad, he aquí mi pequeña dosis de crítica a los gobernantes, casualmente del Partido (im)Popular, que nos llevan por el camino de la amargura. Si estos señores piensan que la solución pasa por subir el precio de la luz dos veces en siete meses; aumentar el IBI, el IRPF, el IVA, las tasas universitarias y el precio de los carburantes descomunalmente; abaratar el despido con una reforma laboral sin precedentes; rebajar la prestación por desempleo un 10% a partir del séptimo mes; eliminar prácticamente todas las ayudas que la Ley de dependencia otorga a quienes las necesitan como el agua de mayo; hacer cobrar los medicamentos a los pensionistas, hacernos pagar más por ellos a los trabajadores en activo y eliminar del sistema nacional de sanidad más de cuatrocientos fármacos; aprobar una amnistía fiscal para que los defraudadores traigan el dinero al país de la forma más ventajosa posible para ellos mientras la clase trabajadora rinde cuentas con Hacienda religiosamente todos los meses de mayo o junio... Si estos señores creen que así se saca adelante un país, rescatando a los bancos que, por su mala gestión, han quebrado y sus directivos se marchan con indemnizaciones multimillonarias y no sólo no devuelven todo el dinero que han robado, sino que incluso no van a la cárcel; si ellos mismos no se rebajan sus sueldos como deberían hasta cobrar un salario medio de mil o dos mil euros, como todo hijo de vecino; si solicitan un rescate económico que tendremos que devolver con unos intereses elevadísimos y cuyas consecuencias serán aún más desastrosas si cabe en todos los sentidos; si no recortan por donde verdaderamente tienen que hacerlo, que es en asesores, diputaciones provinciales, el Senado, coches oficiales, dietas y un larguísimo etcétera de cargos e instituciones que no sirven para nada... Si hacen lo uno y no hacen lo otro, decía, estaremos abocados a la ruina. De momento, vamos camino de ella a un ritmo vertiginoso. Y esto no hay quien lo pare, porque son ellos los que tendrían que hacerlo y no lo hacen. Mientras tanto, las calles cada vez se llenan de más personas que están hartas ya de lo que no dudo en calificar como un auténtico despropósito político. Esperemos que no llegue la sangre al río y, como decía antes, que no volvamos a escribir un capítulo funesto como el que escribimos, para vergüenza de todos y de todas, en el siglo pasado.

PS. Ya que hemos hablado de Dulce Chacón y de su novela histórica, he aquí un chascarrillo que ya conté en otra entrada y que repito ahora para sonrojo de su protagonista. Cuentan las malas lenguas que la señora Esperanza Aguirre, en la inauguración de un colegio público que lleva el nombre de la escritora extremeña en Fuenlabrada, preguntó a la madre de ésta por su hija cuando hacía ya varios años que había fallecido. Un gazapo más en la la larga lista de los cometidos por la presidenta de la Comunidad de Madrid. Para ella, una equivocación más, supongo. Para mí, motivo suficiente para dimitir. ¡Ay!, dimitir, ese verbo que no saben conjugar en el PP...

2 comentaris:

  1. No he leído la novela, pero sí he visto algo de las dos pelis a las que haces referencia. Comparto la valoración de aquel triste episodio y, con mayor motivo, el análisis del terrible momento presente que nos están haciendo vivir.
    Me alegro mucho de tenerte de nuevo entre los blogueros impenitentes. ¡Sus y a ellos, que son pocos y cobardes!

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  2. Muy buena reflexión. Yo también comporta la valoración de aquella época y la penosa crisis económica que estamos sufriendo por culpa de los MÁS RICOSSS...

    Un abrazo y no dejes de escribir...

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